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domingo, 3 de febrero de 2013

El traje a medida



   La política es eso, a fin de cuentas. Un paraje donde la opción es un espejismo y la protesta una lucha desmedida. Un maravilloso traje a medida. Pero algún día...

   Un hombre, vestido con una acartonada gabardina beis, entra en el pequeño y discreto taller de su sastre, en la zona vieja de esta ciudad de mierda, donde las casas guardan viejos soportales de madera carcomida. Parado delante del espejo, en el hall, se saca el sombrero y peina su desordenado pelo rizo. Comienza a andar. El sonido de sus pisadas es amortiguado por los retales esparcidos por el suelo, lisos, con rayas… pero todos negros. Deja su maletín de piel marrón sobre una mesa provista de alfileres y patrones. Mira un instante al sastre, desconfiado.  – Muéstrame el traje, espero que esta vez sea mejor que el anterior. El sastre, impasible, le enseña el traje sujetándolo con sus manos. El hombre frunce el ceño y mira desafiante. – Entiéndalo - dice el sastre - es todo lo que podemos hacer por aquí, ningún otro se lo hará mejor… El hombre le arranca el traje de las manos y lo tira al suelo, se acerca a él, le agarra la solapa del que lleva puesto y comienza a acariciarla con su dedo pulgar. Se intercambian las miradas. Tira de la tela y atrae contra su pecho el cuerpo ladeado del sastre. Este, sin poder sacarle la vista de los ojos, no se percata de cómo el otro brazo se desliza por su espalda y le coloca un revolver contra la sien, justo dos segundos antes de que sus sesos esparcidos salpiquen el único buen traje hecho en esta puta ciudad.

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